EXPOSICIONES
FOTOCOLLAGES. Aprendizaje en la desobediencia
Isabel Coixet
10 jun. — 14 sep. 2025
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza
— Madrid
Inauguración
9/6/2025
Comisariado por
Estrella de Diego
Horarios de la sede
De lunes a domingo:de 9:00 a 20:00
Sede
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza
P.º del Prado, 8
Entrada
Mapa
Quizás sea cierto que las historias mejor contadas son las que se construyen a retazos, a fragmentos; las que esperan y exigen del espectador el esfuerzo para recomponer el significado último, llenar los huecos que la narración va dejando a su paso. De eso sabe mucho el cine y por eso volvemos a él: no basta con ver. Debe haber un margen para las conclusiones.
Isabel Coixet lleva años trabajando en unos collages –de papeles y fotos– que tienen algo de planos preparatorios, aquellas casi maquetas que, se cuenta, ciertos directores de Hollywood no dejaban jamás al azar, dibujando cada plano para cada sesión. Hay sin duda un continuum entre lo que Coixet exige de nosotros en sus películas y el lugar narrativo donde nos colocan sus collages.
De hecho, ese uso de los desplazamientos y las derivas como fuente inagotable para trastocar lo impuesto de forma sutil, esos temas en apariencia banales que esconden una enorme carga de profundidad –la manera de “contar” de Coixet en su cine–, cierta táctica para perseguir la desobediencia, allí donde se encuentre, vuelve a plantear los pliegues de la doble vida de la realidad, dejar la propia zona de confort y explorar territorios donde hay que aprender a contar desde el principio.
En ese punto, en ese extraño desplazamiento de las historias y los objetos del mundo, los collages de Isabel Coixet conectan con la gran tradición vanguardista del género –de Hannah Höch a Kurt Schwitters– y que vinculan a Coixet –y su público– con cierta fascinante precariedad, ese trabajar desde lo poco que, de alguna manera, Coixet persigue también en su cine.
It may be true that the best-told stories are those made of snatches, of fragments; those that wait and force the spectator to make the effort to recompose their ultimate meaning, to fill the gaps trailing in the wake of the story. The cinema knows a lot about this, and that’s why we go back to it: it’s not enough just to watch. There has to be room for conclusions.
Isabel Coixet has been working for years on collages—made of paper and photos—that somewhat resemble preparatory shots, almost scale models that certain Hollywood directors supposedly never left to chance, instead drawing every shot for every session. There is unquestionably a continuum between what Coixet asks of us in her films and the narrative place her collages take us to.
In fact, that use of displacements and drifts as an inexhaustible source to subtly upset what is imposed, those apparently banal themes that conceal an incredible depth charge—the way Coixet ‘tells stories’ in her films, a certain tactic for seeking disobedience wherever it is found, reconsidering the folds of the double life of reality, leaving your own comfort zone and exploring territories where you have to learn to count all over again.
At that point, at the strange displacement of stories and objects from the world, Isabel Coixet’s collages connect to the great avant-garde tradition of the genre—as in Hannah Höch and Kurt Schwitters—which associates Coixet—and her audience—with a kind of fascinating precariousness, that idea of working with so little that Coixet somehow seeks in her films as well.